A fin de erradicar la fe religiosa, el Partido Comunista de China utiliza los comités vecinales y de aldea, así como a distintas personas escogidas al azar, para que vigilen estrechamente a los cristianos; además, en un intento por acorralarlos a todos ellos, establece un sistema de "recompensas por denunciar".
El diálogo cómico Una cárcel sin muros narra la historia de Han Mei, quien ha huido al extranjero y rememora aquellos amargos tiempos en que vivía como cristiana en la China atea. La policía del PCCh detuvo a Han Mei por predicar el evangelio, pero ni siquiera después de su liberación pudo escapar a las malvadas garras del Gobierno del PCCh.
Fang Jin es cristiana. El Gobierno del PCCh la arrestó en una reunión. Para obligarla a vender a sus hermanos y hermanas y traicionar a Dios, la policía la privó de comida, agua y sueño durante siete días y seis noches, y le infligió todo tipo de torturas inhumanas, como darle brutales palizas, someterla al "juego de los columpios", a ponerla en cuclillas y a burlas y humillaciones.