Durante la Era de la Gracia, Jesús declaró algunas palabras y llevó a cabo una etapa de la obra. Había un contexto para todas ellas y todas eran apropiadas para los estados de las personas de la época; Jesús habló y obró como correspondía según el contexto de la época. También pronunció algunas profecías. Profetizó que el Espíritu de verdad vendría durante los últimos días, y llevaría a cabo una etapa de la obra. Es decir, no comprendía nada más allá de la obra que Él mismo debía realizar durante esa era. La obra traída por Dios encarnado es, por decirlo de otro modo, limitada. Así, Él sólo realiza la obra de la era en la que se encuentra y no realiza otra obra que no tenga conexión con Él. En ese tiempo, Jesús no obró de acuerdo a sentimientos o visiones, sino como correspondía según el tiempo y al contexto. Nadie lo conducía ni lo guiaba. La totalidad de Su obra fue Su propio ser, era la obra que se debía llevar a cabo por el Espíritu encarnado de Dios, que fue toda la obra iniciada por la encarnación. Jesús obró sólo de acuerdo con lo que Él mismo vio y escuchó. En otras palabras, el Espíritu obró directamente; no fue necesario que se le aparecieran mensajeros y le dieran sueños, ni que ninguna gran luz brillara sobre Él y le permitiera ver. Él obró libremente y sin restricciones porque Su obra no se basaba en sentimientos. En otras palabras, cuando obró, Él no anduvo a tientas ni adivinando, sino que logró las cosas cómodamente, obrando y hablando de acuerdo a Sus propias ideas y lo que vio con Sus propios ojos, lo que de inmediato proveyó sustento a cada uno de los discípulos que lo seguían. Esta es la diferencia entre la obra de Dios y la obra de las personas: cuando las personas obran, ellas buscan y andan a tientas, siempre imitando y deliberando basadas en el fundamento puesto por otros para lograr una entrada más profunda. La obra de Dios es la provisión de lo que Él es, y Él realiza la obra que Él mismo debe realizar. Él no provee sustento a la iglesia usando conocimiento de la obra de ningún hombre; en cambio, Él realiza la obra actual según los estados de las personas. Por ello, obrar de esta manera es miles de veces más libre que la obra que hace la gente. A las personas incluso puede parecerles que Dios no acata a Su deber y obra como le place. Pero toda la obra que Él realiza es una obra nueva. Sin embargo, debes saber que la obra de Dios encarnado nunca se basa en sentimientos. En su momento, luego de que Jesús completara Su obra de ser crucificado, una vez que los discípulos que seguían a Jesús llegaron hasta cierto punto de su experiencia, sintieron que el día de Dios no tardaría en llegar, y que pronto se encontrarían con el Señor. Ese era el sentimiento que tenían y para ellos, este sentimiento era de suma importancia. Pero, de hecho, los sentimientos dentro de las personas no son confiables. Los discípulos sentían que tal vez estaban por llegar al final de su viaje o que todo lo que hicieron y sufrieron había sido decretado por Dios. Pablo también dijo que él había terminado la carrera, que había peleado la buena batalla y que para él estaba reservada la corona de justicia. Esos eran los sentimientos que él tenía y los escribió en las epístolas y los envió a las iglesias. Tales acciones procedían de la carga que llevaba por las iglesias y por lo tanto, fueron ignoradas por el Espíritu Santo. Cuando Pablo dijo esas palabras, no tenía sensación de incomodidad, ni sentía reproche alguno, por lo que creyó que estos sentimientos eran muy normales y completamente correctos, y que procedían del Espíritu Santo. Pero, analizándolo hoy, no venían del Espíritu Santo en absoluto. No eran más que la ilusión de un hombre. Hay muchas ilusiones dentro de los hombres y Dios no les presta atención ni expresa opiniones cuando suceden. La mayor parte de la obra del Espíritu Santo no se lleva a cabo a través de los sentimientos de las personas, el Espíritu Santo no obra en los sentimientos de las personas, salvo en los tiempos difíciles y oscuros antes de que Dios se haga carne o el periodo en que no hay apóstoles ni obreros. Durante esta etapa, la obra del Espíritu Santo le da a la gente algunos sentimientos especiales. Por ejemplo: cuando las personas no tienen la guía de las palabras de Dios, tienen una indescriptible sensación de felicidad al orar, un sentimiento de gozo en sus corazones, y están en paz y tranquilas. Una vez que tienen la guía de las palabras, las personas sienten que su espíritu se ilumina, tienen un camino de práctica para sus acciones, y, por supuesto, también tienen sentimientos de apacibilidad y de estar tranquilos. Cuando las personas están en peligro, o Dios les impide hacer ciertas cosas, en sus corazones se sienten inquietos e intranquilos. Estos son enteramente los sentimientos dados por el Espíritu Santo al hombre. Sin embargo, si un ambiente hostil da origen a un clima de pavor y, por lo tanto, la gente se vuelve extremadamente ansiosa y tímida, es una expresión normal de humanidad y no tiene relación con la obra del Espíritu Santo.
Las personas siempre viven en medio de sus propios sentimientos y lo han hecho así por muchos años. Cuando están en paz dentro de sus corazones, actúan (creyendo que su deseo es un sentimiento de paz) y cuando no están en paz dentro de sus corazones, no actúan (creyendo que su poco deseo o aversión son un sentimiento de desasosiego). Si las cosas marchan sin problemas, piensan que es la voluntad de Dios. (De hecho, es algo que debe haber ido muy bien, siendo esto la ley natural de las cosas). Cuando las cosas no marchan sin problemas, piensan que no es la voluntad de Dios. Cuando se encuentran con algo que no marcha sin problemas, se detienen. Tales sentimientos no son precisos, y actuar de acuerdo a ellos causará muchas demoras. Por ejemplo, seguramente habrá dificultades para poner la verdad en práctica y muchas más para hacer la voluntad de Dios. Muchas cosas positivas serán difíciles de realizar. Tal como dice el dicho, “la realización de cosas buenas suele estar precedida de contratiempos”. Las personas tienen demasiados sentimientos en su vida práctica, lo cual las deja constantemente desconcertadas e inseguras sobre muchas cosas. Nada es claro para la gente, a menos que puedan entender la verdad. Pero, en general, cuando actúan o hablan de acuerdo a sus sentimientos, siempre que no sea algo que viole los principios primordiales, el Espíritu Santo no reacciona en absoluto. Es como la “corona de justicia” que sintió Pablo: por muchos años nadie creyó que sus sentimientos estuvieran equivocados, ni tampoco Pablo mismo sintió alguna vez que sus sentimientos tuvieran algún error. ¿De dónde vienen los sentimientos de las personas? Son, por supuesto, reacciones que provienen de sus cerebros. Se producen diferentes sentimientos de acuerdo a ambientes diferentes y asuntos diferentes. La mayor parte del tiempo las personas hacen inferencias con lógica humana, a través de las cuales obtienen un conjunto de fórmulas, lo que resulta en la formación de muchos sentimientos humanos. Sin darse cuenta, las personas entran en sus propias inferencias lógicas y, de esta manera, estos sentimientos se convierten en lo que las personas confían en sus vidas, se vuelven un apoyo emocional en sus vidas, como la “corona de justicia” de Pablo o el “encontrar al Señor en el aire” de Witness Lee. Dios casi no tiene manera de interceder en estos sentimientos del hombre y tiene que permitirles que se desarrollen según su voluntad. Hoy te he hablado claramente sobre varios aspectos de la verdad. Si sigues guiándote por tus sentimientos, ¿no vives todavía en medio de la vaguedad? No aceptas las palabras que se te han propuesto claramente y siempre confías en tus sentimientos personales. En esto, ¿no eres como un ciego palpando un elefante? ¿Y qué vas a ganar al final de cuentas?
Toda la obra hecha por Dios encarnado hoy es real. Esto no es algo que puedas sentir o algo que puedas imaginar, mucho menos es algo que puedas inferir, sólo es algo que podrás entender cuando los hechos te sucedan. A veces, incluso cuando suceden, todavía no puedes ver claramente y la gente no entenderá hasta que Dios actúe en persona, para traer gran claridad a los hechos verdaderos de lo que está ocurriendo. En aquel tiempo, había muchas ilusiones entre los discípulos que seguían a Jesús. Creían que el día de Dios estaba a punto de llegar y que pronto morirían por el Señor y podrían encontrarse con el Señor Jesús. Pedro esperó siete años enteros debido a este sentimiento, pero de todas formas, no llegó. Sintieron que sus vidas habían madurado; los sentimientos en ellos se multiplicaron y estos sentimientos se volvieron más agudos, pero experimentaron muchos fracasos y no pudieron tener éxito. Ellos mismos no sabían qué estaba pasando. ¿Podría no cumplirse aquello que verdaderamente venía del Espíritu Santo? Los sentimientos de las personas no son confiables. Dado que las personas tienen sus propias ideas y formas de pensar, crean una serie de asociaciones basadas en el contexto y los estados de la época. En particular, cuando algo les sucede a las personas cuyas formas de pensar son sanas, se sobreexcitan y no pueden evitar crear abundantes asociaciones. Esto se aplica especialmente a los “expertos” con conocimientos y teorías elevados, cuyas asociaciones se vuelven incluso más abundantes después de muchos años de tratar con el mundo; sin darse cuenta, asumen el control de sus corazones y se convierten en sus sentimientos extremadamente poderosos, y esto los satisface. Cuando las personas quieren hacer algo, aparecerán sentimientos e imaginaciones en ellas, y pensarán que están bien. Después, cuando ven que no se han cumplido, las personas no pueden determinar qué salió mal. Tal vez crean que Dios ha cambiado Su plan.
Es inevitable que todas las personas tengan sentimientos. En la Era de la Ley, muchas personas también tenían ciertos sentimientos, pero los errores en sus sentimientos fueron menos que los de las personas de hoy. Esto es porque antes, las personas podían contemplar la aparición de Jehová, podían ver mensajeros y tenían sueños. Las personas de hoy no pueden ver visiones ni mensajeros y, por lo tanto, se han multiplicado los errores en sus sentimientos. Cuando las personas de hoy sienten que algo está particularmente bien, y van a ponerlo en práctica, el Espíritu Santo no los reprocha y tienen bastante paz interior. Después del hecho, es sólo por medio de la comunión o la lectura de las palabras de Dios que descubren que estaban equivocados. Un aspecto de esto, es que no hay mensajeros apareciéndoseles a las personas, los sueños son muy escasos y las personas no ven visiones en el cielo. Otro aspecto es que el Espíritu Santo no aumenta Su reproche y disciplina en las personas; casi no hay nada de la obra del Espíritu Santo en ellas. Así, si las personas no comen y beben las palabras de Dios, no buscan la verdad de forma práctica y no entienden la senda de práctica, entonces no cosecharán nada. Los principios de la obra del Espíritu Santo son como sigue: Él no presta atención a aquello que no involucra Su obra; si algo no está dentro del alcance de Su jurisdicción, Él jamás interviene o intercede, permitiéndoles a las personas crear cualquier problema que quieran. Puedes actuar como quieras, pero el día llegará en que entres en pánico, sin saber qué hacer. Dios sólo obra enfocado únicamente en Su propia carne, nunca interfiere en la obra del hombre. En cambio, Dios evita el mundo del hombre y realiza la obra que debe hacer. No se te reprochará si haces algo mal hoy, ni se te recompensará si haces algo bien mañana. Estos son asuntos humanos y no tienen la más mínima conexión con la obra del Espíritu Santo, no están en absoluto dentro del alcance de Mi obra.
En la época en que Pedro obraba, habló muchas palabras e hizo mucha obra. ¿Es posible que nada de ello surgiera de las ideas humanas? Es imposible que haya surgido completamente del Espíritu Santo. Pedro era solamente una criatura de Dios, era un seguidor, era Pedro, no Jesús, y sus esencias no eran las mismas. Aunque Pedro fue enviado por el Espíritu Santo, no todo lo que hizo surgió del Espíritu Santo, porque él fue, después de todo, un hombre. Pablo también habló muchas palabras y escribió cuantiosas epístolas a las iglesias, algunas de las cuales están recopiladas en la Biblia. El Espíritu Santo no expresó ninguna opinión, porque en ese tiempo Pablo estaba siendo usado por el Espíritu Santo. Él ganó cierta experiencia y conocimiento, y los puso por escrito y los transmitió a los hermanos y hermanas que estaban en el Señor. Jesús no tuvo ninguna reacción. ¿Por qué el Espíritu Santo no lo detuvo en su momento? Porque algunas impurezas vienen de la forma de pensar normal de las personas; es inevitable. Además, sus acciones no alcanzaron a ser una interrupción o interferencia. Cuando hay algo de este tipo de obra humana, a las personas les es más fácil aceptar. Siempre y cuando las impurezas de la forma de pensar normal del hombre no interfieran en nada, se consideran normales. En otras palabras, las personas con una forma de pensar normal, son todas capaces de pensar de esa manera. Cuando las personas viven en la carne, tienen su propia forma de pensar, pero no hay manera de erradicarla. Sin embargo, después de experimentar la obra de Dios por un tiempo, y comprender ciertas verdades habrá menos de estas formas de pensar. Cuando hayan experimentado más cosas, serán capaces de ver con claridad y, por lo tanto, interrumpirán menos las cosas. En otras palabras, cuando se refuten la imaginación e inferencias lógicas de las personas, sus sentimientos anormales disminuirán. Aquellos que viven en la carne, todos tienen su propia forma de pensar, pero al final, Dios obrará con ellos hasta el punto en que su forma de pensar no podrá perturbarlos, ya no confiarán en los sentimientos para sus vidas, su estatura real crecerá y serán capaces de vivir según las palabras de Dios en la realidad, y ya no harán cosas vagas o vacías, y entonces no harán cosas que causen interrupciones. De esta manera, sus ilusiones dejarán de existir y, a partir de ese momento, sus acciones serán su verdadera estatura.
De “La Palabra manifestada en carne”
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